viernes, 29 de marzo de 2013

De las cruces y Semana Santa

Un día te sientes como si nada te saliese bien, como que todo es una mierda y quisieras vivir la historia bonita del matrimonio que vive en el apartamento de al lado. Los ves, sonrientes, deseosos el uno del otro en el ascensor: ella con su traje de mujer de oficina arreglándole la corbata que muy sutilmente estaba echada a la derecha, te saludan con un buenos días que interrumpe un beso tierno y tú te ves solo, con un beso de buenos días de tu gato que lo hace por pedirte comida.
Luego sales de tu casa y ves a aquél chamo que al graduarse contigo decidió ser ingeniero, lo ves montado en estas camionetas que ocupan tres puestos en el estacionamiento y ves a tu carro que con mil problemas difícilmente te termina de llevar donde quieres ir.
Y la ves a ella, a esa chama que desde siempre te ha gustado, felizmente empatada con ese pana que lo único que te da es risa por lo looser que es, pero siempre salen todos felices como perdices besándose y viendo a la cámara como diciendo "jah, idiota".
Te sientas en tu sofá, fiel compañero de lecturas madrugadoras, y te metes en esos cientos de libros que tanto amas leer. Y piensas en los gritos y golpes que se escucharon el otro día a la hora de la cena, ese plato roto que se estrelló contra la pared contigua a tu habitación; piensas en la soledad del ingeniero que sacrificó a todos sus amigos por el hecho de "ser alguien en la vida" y te das cuenta que ahora es alguien tan solitario como tú, con un trabajo más agobiante que el tuyo y al final de cuentas no lo deja ser feliz. Piensas también en esa rubia de bello mirar y de excelente pensar que sabes que el pana no la termina de hacer feliz y te das cuenta que tu cruz no es más grande o más pequeña que la de ellos.
La vida no se trata de la cruz, se trata de la forma en que la cargas.
Jeff.

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